Érase una vez, no hace mucho, muchísimo
tiempo, en un lugar no muy lejano (lejano sólo para quienes no estaban cerca,
como siempre pasa) un grupo de pequeños pueblos de GENTES SENCILLAS, que vivían
como habían aprendido de sus antepasados desde tiempo inmemorial: sin dar
importancia a las horas ni conocer el descanso, sin preocuparse por comodidades
que apenas alcanzaban a soñar.
A ese rincón del mundo los cambios llegaban
despacio, tal vez acomodados al ritmo lento de la naturaleza que todo lo
envolvía, y las modernidades se asomaban a cuentagotas. Sus habitantes no eran
del todo conscientes de ello, pero el mero hecho de ver la luz del día en aquel
hermoso lugar les privaba de oportunidades impensables allí. Era muy difícil
por ejemplo elegir una forma de vida diferente a la que el ganado y los frutos
de la tierra marcaban, y conocer otros lugares se hacía terriblemente
complicado, con aquellas montañas empeñadas en mantener apartadas a aquellas
gentes del mundanal ruido. Era tal vez el precio que debían pagar por habitar
un enclave privilegiado.
Desde fuera de allí, nadie parecía recordar
las duras condiciones de vida de aquellas personas, ni a los gobernantes les
preocupaba mucho que tuvieran acceso a sus derechos, siempre que cumplieran con
sus obligaciones puntualmente. Y así iban pasando los años, al compás del
trabajo de domar la tierra.
Pero un buen día, a aquel pequeño paraíso le
apareció un HADO PADRINO. Como esta historia no es en realidad un cuento, no
era posible un hada convencional. Era un gran hombre, natural de aquellas
mismas montañas, que llegó a ser ministro de Educación en una ciudad lejana en
el espacio y en la forma. Casi de otro mundo. Y aquel hado no quiso olvidarse
de lo que sabía, y dotó por fin a sus paisanos de una apertura al mundo tan
digna como se merecían: un gran COLEGIO. Grande en tamaño, pero también en
medios.
Por primera vez, tenían alguna facilidad para
acercarse a otras realidades del mundo, alguna oportunidad de conocer o elegir
otras vidas.
Pero como ocurre en los verdaderos cuentos,
ni las hadas ni los hados consiguen demasiado sin la ayuda de los duendes, de
poco valen sus iniciativas y sus buenas intenciones sin una legión de DUENDES
que trabajen para llevarlas a buen puerto. Y nuestro hado padrino no se olvidó de
encargar a un buen equipo de duendes que velaran por el desarrollo de aquella
MAGNÍFICA IDEA suya. A esos duendes se les llamó de diferentes formas: seño,
profe, maestro, profesora, incluso con motes y apodos de diversa índole. Ellos
fueron quienes llenaron aquellas aulas de VALORES y conocimiento, las cabezas
de ideas y PROYECTOS, y las vidas de aquellos vecinos de nuevas EXPERIENCIAS e
ilusiones. La magia del hado funcionaba, y las oportunidades de aquellos chicos
crecían: viajes, conocimientos teóricos, experiencias de primera mano, las
maravillosas diferencias que enriquecen el mundo, deportes, arte... Abrieron
aquel rincón al mundo. Al gran MUNDO.
Si dedicarse a la enseñanza implica siempre
ser una BOMBILLA encendida que alumbra las aptitudes de los alumnos y su
entorno, ser enseñante en un lugar como éste significa ser la potente luz de un
FARO, quizá solitario, pero apreciado y recordado siempre por quienes un día se
aproximaron a él buscando refugio. De pronto, donde el progreso parecía
resistirse a llegar a su debido tiempo, aquellos duendes acercaron las
maravillas de la vida, y los niños podían aprender IDIOMAS, MÚSICA o DEPORTES
como en cualquier ciudad, podían no sólo sacar provecho de sus horas de clase,
sino que vieron cómo su tiempo libre se enriquecía con la labor desinteresada
de aquella legión de duendes, que nunca veían la hora de terminar su trabajo.
Descubrieron entonces aquellas gentes que sus hijos y nietos podían APRENDER a
patinar, correr, hablar idiomas, modelar arcilla, cantar, y un largo etcétera,
sin para ello tener que desprenderse de su familia, su hogar y sus RAÍCES.
¡Quién lo hubiera dicho pocos años antes!
Ocurre muchas veces EN LOS CUENTOS que no
sabemos ver el verdadero trabajo que ayuda a que la magia triunfe, nos ciega el
chisporroteo de la VARITA MÁGICA en sus dulces movimientos. Pero esta vez no va
a ser así, pues ya dejamos claro desde el principio que esto NO es un cuento, y
por eso agradecemos de todo corazón el ESFUERZO, el CARIÑO y el TIEMPO que
nuestros maravillosos duendes dedicaron a lo largo de nueve meses a la
formación académica pero también al disfrute provechoso del tiempo de ocio de
nuestros chiquillos. Sus vidas no serían las mismas con unos duendes perezosos,
o con unos que sólo se preocupasen de cumplir con las obligaciones que su
puesto bajo las órdenes de un hado les impone. La enorme suerte de recibir
entre estas montañas a tantos duendes dispuestos a ir un poco más allá nos está
cambiando el FUTURO.
Esta es una carta de agradecimiento dirigida al equipo docente del colegio de mis hijos el primer año de escolaridad del mayor. Pretendía reconocer su enorme dedicación y esfuerzo, y agradecerles todo lo vivido a lo largo del curso escolar. Hoy la rescato como reivindicación, porque la escuela que en ella se refleja es la nuestra: pública y rural. Porque nos encontramos en una tesitura complicada: tenemos en lugar de un hado padrino que vele por la educación de los niños españoles a todo un brujo maligno que pretende arrebatársela. Tenemos a los pobres duendes cobrando cada vez un poco menos, trabajando cada vez un poco más, y con las aulas cada curso un poco más llenas, y ellos siguen dejándose la piel cada día por el porvenir de nuestros niños. Tenemos unos hijos a los que no sabemos qué futuro les espera, con sus derechos sometidos al capricho de los dioses económicos, niños que aún no tuvieron tiempo ni ocasión de ser culpables de nada, pero que están pagando el pato de todo. Y sobre todo tenemos un cabreo con el que hay que empezar a hacer algo bueno, o terminará por devorarnos la salud inútilmente.
Me enteré hace poco de la existencia de esta marea y me sonó bien.
Leí un poco más al respecto y me gustó.
Seguí leyendo y decidí colaborar.
Llega mi primer viernes reivindicativo, esta semana va de educación, y os juro que es la primera vez que me tienta meterme en twitter, sólo para poder participar en esto. Lo pensaré un poco más... ¡la verdad es que no me apetece nada poner otra red social en mi vida!
Pero quiero participar, así que por ser la primera semana voy a compartir aquí el manifiesto de la marea fucsia (si pincháis en él podéis verlo más grande):
(más sobre educación, escuela pública y protestas: aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y aquí)
(más sobre las cosas maravillosas que ocurren en un cole público -a pesar de los recortes- aquí)
Me encanta tu cuento... y espero que tenga un final feliz, que nos lo merecemos todos.
ResponderEliminarPor una educación pública de calidad
Precioso cuento!!! Yo no he estado tan inspirada y me ha podido la mala leche que me provoca todo lo que está pasando. Eso si, en twitter he petado, he superado el límite de tuits permitidos.
ResponderEliminarLuchemos por lo público, lo de todos.
Me han encantado tus palabras y la iniciativa.
ResponderEliminarHola, te acabo de descubrir y tengo que pasearme tranquilamente. Me gusta tu blog. Eres de Ibias o Degaña? A mi me encanta, un par de lugares donde siempre volver, y para mi hermano supueso una buena temporada. TAmbién soy asturiana. Te invito a que me conozcas un poco www.misperendengues.blogspot.com. Un saludo
ResponderEliminarNo soy de aquí, pero llevo unos añinos ya en Ibias... como si fuera! Bienvenida por aquí, voy a visitarte!
EliminarPor cierto, amigo/as mías estuvieron de profes en Sanantolín, como Chema, árbitro de basket
ResponderEliminar