14/2/13

La receta

El otro día os contaba cómo fui perdiendo parte de mi aversión hacia el día de los enamorados (la aversión vuelve con fuerzas renovadas si salen a colación sortijas brillantes, cenas románticas, florecitas envueltas en tul o cosas por el estilo, eh, que una no es de piedra!) gracias a las propuestas del cole, y hoy rescato de la desmemoria otro ejemplo de esas propuestas: creo que fue el mismo año que escribí la carta, a los chicos de secundaria les proponían escribir "la receta del amor duradero", y sus trabajos estuvieron expuestos en el pasillo del cole durante unos días.

Leí todas las recetas y me gustaron mucho en general. Algunas me hicieron mucha gracia, otras las encontré muy tiernas, otras sumamente profundas, pero a todas les encontraba dos "fallos", supongo que inevitables:

* el primero, que en todas se daba una importancia enorme a la fidelidad, algo que me resultaba un poco... no sé... ¿forzado? En mi opinión, no se puede pasar uno la vida pensando en la fidelidad (ni la propia ni la ajena), si una relación funciona y va bien creo que en parte se debe a que hay ciertas cosas que se dan por sentadas, a las que no hace falta seguir dedicando energías... Pero bueno, es una opinión mía. También había en sus ingredientes muchísimo sexo, pero no existía algo tan elemental como el respeto, ni por asomo... Un amor muy peculiar, el que imaginan los adolescentes...

* el otro "fallo" era que ninguna de aquellas recetas se parecía en nada a una receta ¡se les notaba a todos a la legua que no habían cocinado en la vida! Algunas hablaban de los ingredientes en porcentaje, otras en gramos o cucharadas, pero el procedimiento siempre venía a ser "se mezcla todo y se sirve..." frío, caliente, en plato, en copa... Nada de cocinar, nada de remover, ni espesar, ni cocer, ni sazonar...

El caso es que me picó el gusanillo, y al llegar a casa escribí mi propia receta, que sí que tiene formato de receta y además es larga, con un montón de pasos a seguir, porque el plato que se prepara digamos que no es una cena rápida... más bien es un menú de fiesta, verdad? Aquí os la dejo, solamente por diversión:



RECETA PARA EL AMOR DURADERO
  
INGREDIENTES (para dos personas):

   ♦        1 vaso de mutua simpatía
        1 vaso de atracción física
        ½ vaso de curiosidad
        ½ vaso de casualidades
        2 cucharadas de nervios
        1 taza de ilusiones
        2 tazas de proyectos comunes
        ½ litro de compenetración
        ½ litro de confianza
        ½ litro de respeto
        1 kg de intereses comunes
        1 pieza de cariño de 1,5 a 2 kg
        ½ vaso de ceguera
        detalles, celebraciones, bromas, besos y caricias al gusto
        una pizca de desengaños
        algunos traspiés

PREPARACIÓN:

La receta puede parecer larga y laboriosa: lo es. Pero si los ingredientes son de calidad y se pone cuidado, los pasos van sucediéndose con gran facilidad.

En primer lugar picamos menudas la simpatía mutua y la atracción física (que debe ser de buena calidad, aunque no conviene poner demasiada, ya que tiende a enranciar con el tiempo y puede matar el sabor del guiso) y las espolvoreamos con curiosidad y casualidades varias (puede ser un amigo común, un viaje, una fiesta o un simple tropezón por la calle, al gusto). Lo dejamos macerar un tiempo.

Encendemos el fuego con la chispa del enamoramiento. No se conocen las causas de esta chispa, pero el amor duradero no puede prepararse con un fuego artificial, por lo que deberíamos tener los ingredientes preparados y esperar al momento en que se encienda para seguir con la receta.

Salteamos el macerado a fuego vivo en dos cucharadas de nervios, de esos de las primeras citas. Puede añadirse cosquilleo de estómago al gusto. Se deja dorar, pero es muy importante que no se haga demasiado ni se queme.

Sobre este fondo prepararemos una salsa: ponemos las ilusiones y los proyectos comunes bien repartidos por la cazuela. Cuando estén casi hechos, regamos con compenetración, confianza y respeto, sazonamos con abundantes detalles, celebraciones, bromas, besos y caricias, sin olvidar una pizca de desengaños y algún que otro traspiés, para que no empalague, y dejamos reducir lentamente hasta conseguir una salsa bien ligada.

Añadimos los intereses comunes, un gran cariño y una dosis de ceguera ante los pequeños defectos, todo ello en trozos grandes para que resulten jugosos, y dejamos a fuego lento toda una vida, dejando que el caldo espese poco a poco. Se sabe que ha cocido bastante cuando los proyectos e intereses se convierten en hermosos recuerdos, y el cariño, aunque bastante más blando, se mantiene entero.

Alguien se preguntará qué fue del sexo... Pues es, a menos que se use una cocina de inducción platónica, el fuego que permite elaborar la receta. Imprescindible en su justa medida, que nunca pare el hervor pero que nada se chamusque...



Aviso importante: que nadie se ponga a seguir esta receta a ciegas,
que aún está en fase experimental... 
Me preguntáis si acaso dentro de 30 o 40 años, a ver qué tal salió!

2 comentarios:

  1. Si Maria Luisa pusiera tanto mimo y detalle en sus libros seguro que no hubiera llegao a escribir ni el primero.

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