Tengo una muñeca vestida de...

¿azul? Noooo ¡¡de rojo!!


Como este año tuvimos una nochevieja de disfraces, y nos tocó revolver entre los disfraces de un año y otro, y como yo tengo esa tendencia natural a cantar villancicos en julio y saltarme las fechas a mi aire, pues voy a aprovechar para hacer un repaso a los disfraces que tenemos en casa. Porque hacerlo en vísperas de carnaval no sería propio de mí, la verdad.

Son todos caseros, pero caseros hasta las trancas, me niego a comprar ningún tipo de complemento para los disfraces... ¡sólo son disfraces! así que acabamos echando mano a todo tipo de materiales de lo más peregrino. De hecho tampoco me gusta coser mucho para los disfraces, prefiero las chapucillas de papel y pegamento, que los peques me puedan ayudar mucho a hacerlos para que les tengan más aprecio. Total, voy descubriendo que aún así duran... y si no duran... ¡más sitio!

Vamos a empezar por el principio...


Fue el primer carnaval de Nel, tenía nueve meses, y sería la falta de práctica, no lo sé, el caso es que se me olvidó que llegaba el carnaval... hasta el domingo por la mañana! No podía comprar nada, ni quería (... que no me gusta comprar cosas para los disfraces... ) así que miré lo que había por casa. Por mi casa y por la de mis padres, ya que me había acordado del tema estando allí. Y encontré mi vieja muñeca grande, con su vestido...

Con unos restos de lana hice unas trenzas, y las cosí a un turbante elástico. Una buena capa de crema hidratante para que la cara brillase y pareciera plástico, unas pecas, y ¡una muñeca!

Nel estaba encantadísimo de la vida, de hecho pasó el día entero así ataviado... se encantaba a sí mismo en el espejo... fue feliz!

... Y acabó como siempre comiendo su propio zapato, porque de aquella aún no tenía mucho sentido culinario el pobre!