Las de formato femenino, en la talla que me va, no tenían mucha variedad de colores. Y bueno, en realidad en todo el verano apenas uso nada con mangas... Y me gusta complicarme la existencia, así que otro día les pedí una talla pequeña de chico, rosa (sí, de chico la hay rosa pero de chica en mi talla no, ¡es que hay que cambiar estereotipos!), y me dispuse a modificarla. O, con un poco de mala pata, cargármela... pero hay que tener confianza ¿¿o no??
Busqué una camiseta que me fuese bien de talla y con el formato que quería... más o menos... y marqué la silueta, modificando libremente la parte del escote y los tirantes, que así tiene más emoción. ¡¡Y a cortar!! (debo ser muy temeraria, porque lo de cortar es siempre mi parte favorita)
Y para rematar los tirantes y el cuello, volví a rebuscar entre los retales de camiseta. Juro que no entiendo cómo esa bolsa puede seguir tan llena, si todo el día estamos sacando trozos de tela para una cosa y otra. Pues había restos de una camiseta de premamá que usé mientras esperaba a Nel, y mientras esperaba a Chus, y que sirvió para hacer un muñeco, y adornos varios para distintas cosas, y que aún tenía un buen trozo sano.
Corté unas tiras lo más largas que pude (que no era mucho, después de tantos despieces no se puede pedir más!) y las planché un poco, dobladas a lo largo, para evitarme enrollamientos inoportunos.
Faltaba el bajo, y después de mucho dudar entre un dobladillo y cortar flecos, decidí que el dobladillo era más divertido: daba más trabajo, aumentaba el riesgo de estropearlo todo poniendo costura-no-elástica justo donde va a ir el culo, y además si me torcía iba a notarse más. Así que dobladillo al canto!!
Por fin me acordé de la aguja doble, que nunca la había usado... y eso que ya estaba en mi anterior máquina de coser, la que heredé de mi madre ¡hace unos diez años! Era una máquina que daba muuuucha lata, por algo mi madre la cambió, pero como de aquella yo sólo cosía dobladillos de vaqueros, pues me hacía el apaño. Cuando me cansé de sus manías y desajustes y pedí a los reyes una nueva, rescaté del compartimento secreto todo lo que me pareció útil: agujas de recambio, canillas (que no sirven para la nueva máquina), un destornillador mini, un pincel, un botecín de aceite de engrasar... y la aguja doble, que no entendía yo muy bien para qué podía servir y una vez lo descubrí nunca me acordaba de probar. Hasta hoy!
Bueno, tampoco quedó tan mal!! |
* Método tradicional: solía definirse con el refrán "haciendo y deshaciendo va la niña aprendiendo", pero a mí me va la marcha y esta definición se me queda corta. Es el método sin hilván, sin alfileres, sin colocar previamente, sin puntada elástica, sin aguja de punta azul en tela de camiseta, sin hilo del color de la tela, sin idea de cómo va a quedar, con más valentía que sentido común , y... (redoble... ...) con Chus ayudándome en el pedal!!
Oye guapa, ¿tú no eras la que decía que le daba pereza sacar la máquina de coser? Estás desatada o qué! Voy a tener que comprar una y me enseñas, que me da una envidia todo
ResponderEliminarJajaja, anda, mejor busca alguien que sepa para que te enseñe, a mí por ahora sólo se me quitó la pereza, casi a diario sale la máquina de su armario pa una cosa o pa otra... pero sigo sin tener ni idea!
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