12/8/12

Asesinato en primer grado

Sí, lo confieso: soy culpable de asesinato. Ella no me había hecho nada... bueno, en realidad nunca me había gustado mucho, la compré en su día porque reunía los cuatro requisitos imprescindibles que tras andar varias tiendas me parecieron suficientes:           era vaquera, lo que yo buscaba
                                                             tenían mi talla
                                                             no era cara
                                                             no era tan rematadamente corta como las demás


No, no era rematadamente corta. De hecho era larga, monjilmente larga, incómodamente larga. Nunca me convenció, y pasó varios veranos saliendo del armario sólo cuando no tenía ninguna otra falda limpia que ponerme. Pero eso este año no ocurre casi nunca: después de la producción de los últimos meses tengo faldas de sobra. Y la veía allí arriba, en la última balda, donde no alcanzo sin subirme a la cama, mirándome con sorna. Como queriendo decirme "Ya ves, tú no me quieres, pero me pagaste. Y ahora vivo mejor que tú, aquí repantingada todo el día, viendo al resto ir y venir". ¡¡No lo soportaba más!!


Y como no lo soportaba más... pasó lo inevitable. Una tarde de 40º a la sombra. Una siesta de los peques tan larga como el calor requería. Unas manos inquietas. Una mente saturada por el calor. Aburrimiento en la penumbra (a ver quién es el guapo que sube las persianas con aquel solazo!). Fui al armario a colocar vete a saber qué, y la vi. Con su eterna sonrisa de medio lado y sus aires de superioridad. ¡¡Ja!! De mí no te ríes tú hoy, no con este calor...


La cogí, la llevé a la mesa del salón y la extendí lo mejor que pude. Ella debía presentir lo que se avecinaba, porque no paraba de temblar y estremecerse. Llevada por la crueldad, incluso la fotografié en sus últimos momentos...



Y saqué las tijeras. Las de la caja de costura. Las de siempre. Las que usaba en el colegio para recortar cartulinas. Mis tijeras de toda la vida. Pero no eran suficiente para mi estado de enajenación... Fui a la cocina, y traje las del pescado. Las de cortarme el pelo de cuajo, atado en una cola, todo a la vez. Las de las determinaciones firmes. Y la asesiné.

Le quité todo lo que había en ella que me molestaba: aquellos odiosos centímetros de más que la dejaban colgando un trozo por debajo de mis rodillas, aquella cremallera con la que se empeñaba en torturar mis carnes (por favor, ¡qué mal puesta estaba!), y aquellas trabillas como ojos que siempre me miraban atravesado. En un último arrebato, descosí la cremallera y me la guardé como trofeo. Contemplé mi obra, y no sentí ni atisbos de culpabilidad. Había perdido completamente la noción del bien y el mal. Incluso me probé sus restos, aún calientes... ¡y me gustaron!




No puedo decir otra cosa en mi defensa más que eso: después de muerta, empezó a gustarme. Y decidí compensarla rematando su cintura con la cinturilla de unos vaqueros que me gustaban. No fueron asesinados, no, ellos no ¡eso jamás! Murieron de viejos, un penoso accidente desgaste-vascular.

Los colores no casaban, las medidas no coincidían, pero quería demostrarle mis buenas intenciones a la pobre falda y sólo podía hacerlo regalándole una parte de aquellos pantalones. Limpié los bordes de la herida, ajusté la cinturilla lo mejor que pude, y metí un elástico. Acúsenme de necrofilia si así lo creen oportuno: disfruté haciéndolo. Volvería a hacerlo.




Cuando terminé, volví a probarme el cadáver. Ya no parecía un cadáver... ¡había vuelto a la vida! Me sentí un poderoso doctor Frankenstein... creo que incluso lancé una perturbada carcajada al viento... Y entonces, justo entonces, como un fogonazo, recuperé la cordura y vine a entregarme, a confesar mi crimen. A ponerme en manos de la justicia.

9 comentarios:

  1. te ha quedado perfecta!!! hace nada hice casi lo mismo, pero se la quedó mi nena :D
    y el post, genial!

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    1. es verdad, me acordé de tu falda cuando la vi terminada!

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  2. JAJAJA
    La falda es perfecta, valió la pena el sacrificio!

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  3. Respuestas
    1. ¿tú crees que podré alegar que estoy como una maniega? ¡a lo mejor me absuelven!

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  4. Me parto con tu relato!!! jajajajaja

    La falda te quedó estupenda.

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  5. Te has planteado alguna vez escribir?Lo harías muy bien,me encanta como lo haces,y la falda te ha quedado genial

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  6. Me encanta el resultado. Y la manera de contarlo es genial: divertida e ingeniosa.
    Tengo una falda muy parecida que también "me habla" desde su estante. Puede que te imite, jeje.

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